jueves, 1 de noviembre de 2012

5 - Las fuentes públicas




Un aspecto de la fuente vieja


5 - Las fuentes públicas

La fuente vieja

Es la que se encuentra nada más bajar la cuesta que desde la iglesia conduce a los huertos del camino del Cañuelo. Esta fuente existente desde tiempo inmemorial, y de la que no se tiene noticia de que se haya secado en alguna ocasión, obtiene el agua de un manantial situado en la pared de la parte superior de la cerrada de la Abadía, atraviesa todo el campo por un conducto soterrado, hasta salir al exterior por dos caños existentes en la pared baja de la misma finca, formando la fuente.

Como era la única que existía con agua abundante para el suministro cotidiano, aunque había pocas casas cercanas para aprovecharse de esta circunstancia, la mayor parte del vecindario tenía que desplazarse inevitablemente para recoger el agua necesaria para todos los usos de la familia: para beber, para usos domésticos y abrevar a las caballerías en el pilón existente para este uso. Y este hecho a algunas personas les suponía bastante esfuerzo, ya que tenían que recorrer un buen trecho para la cogida de agua. Además, la cuesta que la separaba del casco urbano, era una dificultad añadida cuando había que subirla con los cántaros llenos y cuando en invierno se encontraba resbaladiza y peligrosa y propicia a las caídas.

A mediados del siglo XX fue adecentada y reformada, adquiriendo el aspecto con el que la conocemos en la actualidad. Se arregló la pila de salida, colocándole el arco de protección que existe ahora y se construyeron adosados los lavaderos públicos, para evitar a las mujeres los penosos desplazamientos a la acequia del molino, donde realizaban este menester.

La fuente de la Plaza

En la década de los años treinta, cuando se construyó la carretera o camino vecinal, fue preciso canalizar el agua de la balsa cruzando el pueblo y así poder regar unos huertos. El contratista propuso hacer una fuente en la Plaza, para lo cual solamente bastaba una pequeña contribución económica del Ayuntamiento, ya que el resto lo aportaban los dueños de los huertos. Pero finalmente, tal como había sucedido en multitud de ocasiones, no hubo acuerdo y la fuente no se realizó en aquel momento.

Hubieron de pasar más de veinte años para que se volviera a considerar nuevamente el tema de su construcción y el Ayuntamiento decide finalmente que el agua venga de la Balsa. No obstante unos cuantos vecinos no dan su conformidad, pues creen que les va a faltar el agua para regar sus huertos, pero esta vez decide la votación general, que gana por mayoría la decisión propuesta por el municipio. El Ayuntamiento, que tiene la obligación de procurar satisfacer a la mayor parte de los vecinos, en el acta que levanta, pone una clausula  que dice: 
"El agua, en primer lugar, se utilizará para el riego. Y cuando no fuera preciso regar, y por la noche, para la fuente".

Y finalmente se construyó esta fuente a la que se le añadió un pilón para dar de beber también a los animales. Como es natural la alegría fue inmensa al ver salir por los nuevos caños el codiciado líquido y los vecinos más próximos a la Plaza se disputaban el privilegio de ser los primeros en llenar sus botijos. No obstante, algunos descontentos continuaron usando la fuente vieja alegando que el agua  que venían usando desde siempre, era de mejor sabor y más fresca.

Hoy, como todas las casas disponen de agua corriente, ambas fuentes han quedado como testimonio de lo que fueron y puntualmente para proporcionar servicios complementarios a las personas que circulan por su entorno.

La Balsa

La Media Torre, La Sierra y La Balsa, creo que son los lugares más emblemáticos del pueblo. Son las señas de identidad para que todo el contorno nos identifique por estas características tan representativas de nuestro asentamiento, que incluso algunas se divisan desde la lejanía.

No sé denominar con su verdadero nombre, desde el punto de vista geológico, este acuífero, manantial, balsa o lo que sea. Sólo sé que en el centro es un manantial, del que llega el agua a la Fuente Nueva de la Plaza y el resto es una balsa natural para la contención de las aguas, que jamás ha conocido la sequía.

Aparte de manantial, también recibe como complemento el agua sobrante de Las Fuentelices, con lo que siempre está llena y si es necesario desagua a la acequia de salida por el sobradero. De esta forma, habitualmente nunca falta el agua para el uso más normal que es el de riego para todos los huertos existentes a lo largo de la acequia.

Otro uso antiguo que yo recuerdo, era como abrevadero para las caballerías. ¡Qué chico no habrá disfrutado del placer, de penetrar montado en un macho hasta el centro para darle de beber! La sensación era extraordinaria, por la perspectiva que te daba la altura con la que veías  todo tu entorno. A veces la caballería, sin los conocimientos en salubridad que las personas poseemos, también demostraba su placer dejando unos boñigos flotando sobre el agua.

Durante el invierno se helaba la capa superior de agua existente en la zona más alta de la balsa, próxima a la carretera, con un espesor de hielo de varios centímetros, que se iba adelgazando a medida que se cercaba al centro, donde desaparecía y permanecía sin congelarse. Los chicos patinábamos en la zona más próxima a la orilla y que ya sabíamos que aguantaba nuestro peso. Algún descuidado, o más arriesgado, que no cumplía estas normas básicas, terminaba hundido en el agua al romperse la fina capa de hielo por la que circulaba.

Periódicamente se realizaba una limpieza general, lo cual, por inusitado, constituía una fiesta para los niños. Se introducían los carros con una caballería, de uno en uno o a lo sumo dos, por una portera existente a modo de pequeña rampa y los hombres, con los pantalones remangados hasta las rodillas y mediante palas, empezaban a cargarlo de “cenago” y piedras existentes en el fondo y de las berrazas que flotaban en la superficie, hasta dejarla limpia y escoscada para una buena temporada.

Con la repoblación artificial de peces que se hizo en un momento determinado, desapareció una parte del carisma de la balsa. Me refiero a las ranas, que con sus cantos que se oían desde todos los rincones del pueblo, amenizaban las noches de verano con el grato sonido de sus cantos. Aunque también había personas a quienes les molestaban.

Los peces empleados para la repoblación tan sumamente voraces, creo que son una variedad de carpa que han acabado con los huevos y renacuajos hasta el punto de hacer desaparecer totalmente las ranas y las culebras. Y es que la carpa está incluida dentro de las “100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo”. Lo bueno ahora es el entretenimiento que proporcionan a los niños cuando van a echarles comida y ver las peleas que organizan entre ellos mismos, amontonados en grupo entre un gran alboroto, dándose empujones para llegar el primero a la pitanza.

Y otra parte de su carisma se perdió cuando se hizo  la remodelación actual, ya que incluso reconociendo la belleza de la nueva estampa con la que ha quedado, desde el punto de vista ecológico, al quitar los matorrales que existían en la orilla contraria a la carretera, ha desaparecido también la vida animal que habitaba entre las zarzas, matojos y hierbas en general. Incluyo las culebras, distintas variedades de pájaros y pollas de agua, entre otros, que anidaban entre los zarzales.

El Cañuelo

Esta era otra fuente carismática por su ubicación privilegiada, próxima al pueblo, entre huertos y sombreada por olmos, ciruelos y azarollos. Le acompañan olores abundantes producidos por las plantas de los huertos circundantes y como decimos en otro lugar al hablar sobre los senderos, es un microclima donde las primeras violas eclosionaban en primavera en los ribazos próximos.

En principio, cuando yo la conocí, no tenía caño. Solamente existía una boquera en la losa frontal, por la que cabía justamente la cabeza y agachado previamente apoyando las rodillas en sendas losas colocadas al efecto, bebías a morro directamente del remanso del manantial.

Algunas personas de vez en cuando iban a llenar los botijos a esta fuente, a la hora de comer, porque decían que les gustaba el agua por su frescura y sabor.

Debido a la sequía general causada por la falta de lluvia y nieves, incluyendo  cierta inactividad de los huertos y acequias que han dejado de filtrar el agua necesaria al acuífero que la suministraba para su salida al exterior, esta fuente a dejado de manar. A los que conocimos este caño en plena actividad, aunque nunca fue muy abundante, nos produce una sensación de muerte y agotamiento, que a los que ya somos “algo” viejos es de conmoción por agotamiento y final de etapa.

Otras fuentes próximas al pueblo

Las Fuentelices

Aparte de usarse para el riego, es un lugar poco aprovechado para el ocio, a pesar de que colocaron una mesa con bancos a ambos lados a modo de merendero, donde poder depositar las provisiones. Y también se plantaron unos chopos, ya crecidos en la actualidad, que procuran una buena sombra a los visitantes durante el verano.

Recomiendo que para llegar hasta este manantial, se use alguna vez la senda que va por la orilla de los huertos, paralela al camino, ahora que está pavimentada con losetas en casi todo su recorrido, por resultar muy atractiva para el paseo.

El Cañizar

Este es un gran manantial cuya agua fluye al exterior con fuerza, levantando la arenilla en su salida por varios sitios al mismo tiempo, como si fueran pequeñas bocas de cráteres en erupción acuosa.

Seguramente alguien habrá medido su caudal, pero desconozco los litros por segundo que brotan sin parar, las 24 horas de los 365 días del año, sin haberse secado jamás. Supongo que la mantiene activa algún acuífero, o varios de ellos, existentes en las laderas de la Pedriza, procedentes de la Sierra.

Era tanta la cantidad de agua que transportaba el cauce principal, que de ella se alimentaban toda una red de acequias que surgían a su paso a lo largo del recorrido desde su nacimiento. Y con el agua que discurría con fluidez y abundancia por estas acequias secundarias, siempre mantenidas limpias de malezas, se regaban los campos sembrados de patatas, remolacha u otros cultivos que necesitasen riego. Además de a los campos próximos a su nacimiento, abastecía también los de las Pasaderas, el Batán, los de ambos molinos, la Gramosa… hasta los del Prao, para desaguar finalmente la sobrante en la desembocadura en la Huerva.

Y todavía tenía caudal suficiente para llenar tres balsas grandes de agua, dos veces al día, con el que suministrar la fuerza suficiente a los dos molinos harineros que se encontraban ubicados en su recorrido. De esto damos cuenta detallada al hablar del molinero y del pan.
Aún prestaba otro servicio, ahora ya casi olvidado: el suministro de pesca a los hogares, principalmente en el primer tramo de su trayecto. Me refiero principalmente a la abundancia de cangrejos y barbos. Debido a su abundancia, pescarlos a mano era un verdadero festín, metiéndote en el cauce con el agua hasta las rodillas e introduciendo la mano directamente en los cados.

Sin despreciar a los barbos, comer posteriormente aquellos cangrejos autóctonos, raza ahora ya desaparecida, de tan placentero contemplar al verlos en la sartén o en la fuente una vez fritos o guisados, con aquel color rojo intenso y tan sabrosos al paladar, era un homenaje a la gastronomía.

Era costumbre limpiar por concejo este manantial y la acequia cada cierto tiempo, para librarla de malezas, carrizos y otros hierbajos, con el fin de que manase y corriesen sus aguas con mayor autonomía. Para este menester se usaban los carros y las caballerías para lo cual se introducían los hombres con palas, horcas y azadas dentro de la fuente e iban cargando los desperdicios en los carros o en los serones de los animales, para depositarlos en otro lugar de las inmediaciones.

Circulaba una leyenda entre los niños, totalmente infundada, en la que se contaba que “una vez se cayó una carreta con los bueyes “juñidos” a la misma, dentro de la fuente en el lugar donde mana y las arenas se fueron tragando todo el conjunto sin poder hacer nada para salvarlos”, como si de unas arenas movedizas se tratase. ¡Qué miedo!

Aunque ahora parece que mana poca agua, probablemente la causa es la cantidad de maleza que tiene ya que se filtra a su paso por los campos vecinos.

La Alberca

Es más conocida como las balsas del Henar. Este plural hace pensar en que hubo un tiempo en que no hubo sólo una balsa, sino varias y ahora forman una sola, bien sea por la mano del hombre o por alguna otra circunstancia.

Tampoco la hemos conocido seca jamás, ni disminuido su caudal y el abundante chorro de agua que sale permanentemente, en tiempos pasados era empleada para regar los campos que existen debajo de ella, a lo largo del camino del Henar hasta la Huerva. Actualmente quedan unas pocas fincas que todavía la usan para regar algunos hortales con verduras y patatas, alfa o pipirigallo. El resto se pierde filtrado por entre los campos e incluso hay un tramo en que se sale al camino, haciéndolo desaparecer como tal.

La calidad del agua de esta fuente era muy cuestionada a veces como abrevadero, sobre todo para las vacas. Oí decir en una ocasión, que según lo que habían comido estos animales, el beber de esta agua les producía una hinchazón en el vientre, que a veces era irreparable, produciéndoles incluso la muerte.

Puede ser que la calidad del agua quede influida por las capas freáticas por las que discurre y de las que se nutre el manantial. En cierta ocasión me dijo el propietario de un campo ubicado a la izquierda del camino de Carralanzuela, que en algunas ocasiones, probablemente después de alguna tormenta, se oye discurrir el agua por el subsuelo. Esto me hace pensar que probablemente esta corriente puede terminar alimentando a la Alberca. 


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