viernes, 2 de noviembre de 2012

3 - Las escuelas y el horno






Una vista del antiguo Grupo Escolar

3 - Las escuelas y el horno

En esta época, que es sobre la que estamos tratando en todo este trabajo, las escuelas eran municipales, aún cuando los maestros fueran nombrados por las Juntas de Instrucción Pública, supongo que dependientes del Ministerio de Educación. Al pasar por algunos pueblos, no sólo en Aragón sino también en distintas provincias de España, he visto placas  que aún perduran en las fachadas de escuelas antiguas, que dicen: “Escuela Municipal”.

Como nota curiosa, me permito incluir este aviso que se puede leer en Heraldo de Aragón del 28 de febrero de 1896:

La Junta de Instrucción Pública en sesión de hoy, se ha servido nombrar maestros interinos de Cucalón a D. Pedro Ferrer con 625 pesetas, de… ( y aquí continúan otros nombramientos).

Primeros conatos de escuelas en Cucalón        

Después de este prefacio y volviendo a nuestro pueblo, la primera información que poseo sobre la escuela para niños, es que las clases se impartían en el pequeño inmueble de propiedad municipal, que he mencionado con anterioridad como domicilio provisional del Ayuntamiento o Casa Lugar durante cierto tiempo. Todavía existe en su ubicación actual, frente a la Iglesia Parroquial, cumpliendo otros menesteres municipales. Se trata de un edificio bastante lóbrego e insuficiente para impartir las clases, ya que el aula era escasamente iluminada por tres ventanas de pequeñas proporciones y donde estaba instalado el estrado para el profesor, en un nivel superior al resto de la clase, donde estaban situadas las mesas para los alumnos.

Y como en estos tiempos no existía la educación mixta, vuelvo a precisar que esta era la escuela exclusivamente para chicos, en género masculino, ya que las escuelas para chicas ocupaban dependencias aparte. Normalmente las maestras impartían las clases en habitaciones de casas particulares, algunas incluso en las de la propia profesora. Este es el caso del lugar donde asistió mi madre a la escuela y que también lo hicieron vuestras abuelas e incluso bisabuelas. La casa a la que me refiero es la tercera de la calle Santa Ana, conocida como la casa del tío Carlitos y donde vivieron mis padres en alquiler durante varios años. La conozco muy bien para poder informar con conocimiento de causa, que en una de las salas que empleábamos como dormitorio, todavía permanecían en las baldosas del suelo algunas manchas de tinta.

Resumiendo, estas son pues las escuelas a las que asistieron nuestros abuelos y bisabuelos a principios de siglo, durante el poco tiempo que en aquella época se concedía a los niños para su precaria educación.
        
Las nuevas escuelas

Por todo lo expuesto y dada por tanto la precariedad de nuestras escuelas, en la década de los años treinta, siendo Ministro de Educación Marcelino Domingo, se procedió a la construcción de un nuevo edificio escolar. Para conseguir los fondos necesarios, el municipio tuvo que vender, es decir privatizar, las tierras conocidas como la cerrada de la Abadía y el Campo Lugar, a pesar de que ambas proporcionaban unos buenos beneficios anuales al municipio. La propiedad de estas fincas procedía de la denominada ley de Desamortización de Mendizábal, cuyo proceso duró de 1766 a 1924, siendo la cuarta fase de este proceso la más trascendental. Inaugurada el 1 de mayo de 1855, fue conocida como Ley Pascual Madoz. Como esta fase fue la más importante en cuanto a volumen de bienes desamortizados, es por lo que supongo que sería esta Ley la que le proporcionó a nuestro municipio la propiedad de las fincas indicadas anteriormente.

Como parte de lo que digo sobre el tema anterior, son razonamientos que me hago en función de datos verbales que poseo, para comprobar su veracidad es probable que todavía exista en sus archivos algún documento que lo acredite.

Tras varias deliberaciones para su ubicación, se tomó la decisión de construirlas en una de las eras de Santa Ana, junto a la carretera. El lugar elegido no era muy adecuado para los más pequeños, ya que tenían que caminar un buen trecho hacia el Norte, algunas veces con cierzo y otras con nieve o hielo, en el duro invierno de esta tierra. El resultado final fue un edificio bastante moderno para aquella época, con entradas separadas para las aulas de chicos y chicas, con amplios recreos y servicios, también independientes, pero muy deficiente en su construcción, ya que en los materiales empleados, según el sentir general, abundaba la arena y escaseaba el cemento.

Una vez terminado el edificio, se decidió que su inauguración fuese el curso escolar 1936-37, pero no se contaba con el fatídico e inesperado hecho de que en el mes de julio de ese año se iba a iniciar la Guerra Civil y con ella empezaron los imponderables. Parte de una bandera de la Falange, de las fuerzas nacionales, llegaron al pueblo y el sitio más adecuado para su alojamiento fueron las nuevas escuelas. Terminada la contienda, cualquiera puede imaginar el estado en el que quedaron después de haber sido alojamiento cuartelario. Fue preciso proceder a su restauración para poder utilizarlas de nuevo.

Por fin, empezaron los cursos normalmente y allí se educaron los niños y niñas del pueblo durante más de treinta años. Yo que asistí a las clases de niños hasta los diez años, recuerdo esta etapa como una grata experiencia sucedida en mi vida, aunque vista ahora en la distancia me parezca un espejismo. Asistíamos a clase entre 40 y 50 niños y otras tantas niñas en su pabellón correspondiente. Cuando salíamos al recreo, antes de iniciar los juegos, acudíamos a nuestras casas a por el bocadillo correspondiente, consistente en un trozo de pan con “algo” y si había pan ya era un logro, aunque fuera solo, porque el “algo” podía ser aceite, vino remojado, almendras, nueces, pimiento con sal, cebolla con sal… y alguna vez, repito, alguna vez, chorizo, longaniza, una sardina rancia o magra. Y muy pocas veces una porción de chocolate que parecía cacao mezclado con tierra. Esos eran nuestros bocadillos para el almuerzo o la merienda.

Raramente se suspendían las clases por causa de las inclemencias del tiempo, incluso con temperaturas por debajo de los 15 grados. Eso sí, todos los niños (y niñas por supuesto, que ahora hay que cuidar la discriminación por género) bajábamos diariamente a la escuela con nuestro tarugo de leña para la estufa.

Pero al final llegó el declive, el canto del cisne para esta estas escuelas. Debido a la emigración la población infantil disminuyó tanto que en 1970 una de las clases fue suprimida quedando sólo una escuela mixta. Y el descenso escolar, aunque poco a poco,  aún fue disminuyendo más hasta que se fue acentuando tanto, que incluso incorporando niños de otros pueblos próximos, no se conseguía el mínimo exigido de cinco alumnos para el mantenimiento de un maestro o maestra. Y en 1995 sucedió lo inevitable: la escuela fue cerrada y los alumnos tenían que desplazarse diariamente a Calamocha, cabecera de la Comarca.

Así, Cucalón quedó definitivamente sin escuelas. Y como el conjunto de la edificación se iba deteriorando poco a poco, dejaron un solo edificio saneado y restaurado, que es el fragmento que se corresponde con la sección de las niñas. En la porción de terreno de la escuela correspondiente a los niños se construyó el polideportivo existente. Hoy el edificio se usa para actividades de las personas mayores.

Una reflexión sobre maestros y alumnos

A pesar de ser un pueblo pequeño, ha dado origen durante el siglo que tratamos, a multitud de personas cuya profesión se desenvolvió a lo largo de su vida en el plano de la cultura. Por citar un ejemplo, a finales del siglo XIX ya había dos Maestros Nacionales naturales de Cucalón, los hermanos D. Manuel y Dª.  María López, que desarrollaron su labor profesional en el Campo de Bello. El primero hizo una labor ejemplar y prueba de ello es que sus discípulos lo recordaban, ya mayores y después del paso del tiempo, con gran cariño. Doña María, aunque se casó en Tornos, finalizó su labor docente en Cucalón, como su pueblo natal, dando clases a las niñas en una de las habitaciones de su casa. Falleció a mediados de los años treinta y su hermano lo había hecho un poco antes.

Es con la Ley Moyano a mediados del s. XIX, cuando se implantan definitivamente las bases de la educación actual, en los principios de la gratuidad relativa y obligatoria de la Enseñanza Primaria a cargo del Estado. Y es durante el primer período de la II República cuando se intenta desarrollar plenamente a través de decretos y una nueva Ley, promoviendo la construcción de una gran cantidad de escuelas, con el fin de escolarizar a un millón de niños que en aquel momento nunca habían asistido a ninguna. Entre otras cosas se trataba de fomentar una Enseñanza Primaria gratuita a cargo del Estado, región o  municipio, como base fundamental de la educación. Tenía dos modalidades una voluntaria de 4 a 6 años y otra Básica de 6 a 12 años. También proponía, además de otras muchas  facetas, la formación de profesores y coeducación para los alumnos. En el año 1933, con un nuevo gobierno en el poder y con otra Ley conocida como la “Contrareforma”, se elimina la coeducación y se vuelve a las clases por sexos. Y como siempre fue la mujer la discriminada ya que solamente podía alcanzar en Enseñanza Secundaria, los estudios de Magisterio. Al final, dejemos todo igual en este país para que no se mueva nada.

En la escuela rural que yo conocí, ya había desaparecido la coeducación, aunque realmente no sé si llegó a establecerse en algún momento. La escuela no era muy propicia para despertar un gran entusiasmo al menos entre los niños, por lo que el abandono escolar se producía casi por necesidad, para atender otras obligaciones familiares, obligados por los padres. Entre los diez y doce años se originaban las primeras faltas de asistencia a clase, dependiendo de las estaciones agrícolas o ganaderas. Y los padres se daban por satisfechos con que los hijos adquirieran los conocimientos suficientes de cultura general, para saber leer, escribir y las cuatro reglas de aritmética. Y si fuera necesario ya asistirían posteriormente de mayores a las clases de adultos, para ampliar su sabiduría. Estas clases las impartían los maestros en horario extraescolar, principalmente en los meses de invierno en los que disminuían las faenas agrícolas, por lo tanto mediante el pago de una pequeña cantidad de dinero por parte de los padres al maestro. Y algunos alumnos, ni a estas clases podían asistir ya que sus padres carecían de los medios necesarios para pagar esta pequeña cuota.

Los alumnos más aventajados y cuyos padres disponían de un mayor poder adquisitivo, terminaban esta escuela primaria hasta los 12 años o a los 10 años si hacían el ingreso en bachillerato. En este caso los llevaban sus padres a continuar sus estudios en los Escolapios de Daroca o en el Seminario de Belchite y aunque la República impidió que se ordenasen sacerdotes, estudiaron Magisterio u otras carreras, como la militar. Posteriormente,  ya a mediados de siglo, otros estudiaron Medicina, Magisterio en Zaragoza o Sacerdocio en el seminario de Alcorisa o en los Escolapios de Zaragoza. Y finalmente otros, que por circunstancias no pudieron estudiar, nutrieron los cuerpos de la Policía y la Guardia Civil. Hoy, los hijos de los que emigraron a la ciudad, harían interminable la lista de buenos profesionales, en el plano de la cultura y la investigación.

Sin relegar a los buenos maestros que tuvimos, algunos ya nombrados anteriormente, sería una negligencia por mi parte dejar en el olvido a los que, sin ser los últimos maestros del pueblo sí que fueron los más emblemáticos de los últimos tiempos de la escuela y que durante tantos años impartieron la enseñanza a muchos de nosotros. Me refiero a Francisco Zarazaga Peinado (Don Paco), para los niños y Pilar Tello Ibáñez (Doña Pilar), durante 36 años, para las niñas. Este nombre lo han dejado grabado en el edificio que queda, como constancia del Colegio Público que fue, en una placa de cerámica de Teruel en la que se lee: CP PILARTELLO, en homenaje a esta maestra.
Si desea ampliar más información sobre ella, pulsar aqui. 

El horno

Era el  edificio ubicado cerca de la Iglesia en donde se cocía el pan, por eso se le llamaba el horno de pan cocerEn nuestra página sobre el tema de los oficios desaparecidos hablamos extensamente sobre el horno y el hornero, pero no del edificio en sí mismo.

Y es que fue un edificio emblemático que no se conservó, por imperativo de las nuevas necesidades del momento. Y como ya no cumplía las funciones para las que fue creado, la necesidad creó la función.

Al llegar la emigración y por lo tanto la despoblación, ya no era rentable su mantenimiento, por lo que en la década de los setenta dejó de funcionar y desde Burbáguena o Villadoz vienen ahora panaderos que abastecen las necesidades del pueblo. Hasta hace poco tiempo, al pasar por la puerta, todavía renacía en la memoria la fragancia del horno, con sus olores a leña quemada y pan tierno. En el momento actual el horno ha dejado de existir y el edificio ha sido reemplazado por una moderna nave, de la que todavía reverbera, si no el olor a pan tierno, sí el eco de la música de rock de las últimas fiestas.



2 comentarios:

  1. yo tube de maestro a Francisco Zarazaga Peinado en valencia en el pueblo de catarroja en el año 1976 no tengo muy buenos recuerdo de el.se que era maño,n que año murio? y donde,por si alguen lo sabe.le gustaba pegar mucho

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    1. Yo también lo tuve de maestro cuando era niño. Desconozco el año de su muerte. Si lo deseas me puedes escribir a mpbelanche@gmail.com. Gracias por leer mi blog sobre este pueblo.

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