Un aspecto de la fuente vieja
5 - Las fuentes públicas
La fuente vieja
Es la que se encuentra nada más bajar la cuesta que
desde la iglesia conduce a los huertos del camino del Cañuelo. Esta fuente
existente desde tiempo inmemorial, y de la que no se tiene noticia de que se
haya secado en alguna ocasión, obtiene el agua de un manantial situado en la
pared de la parte superior de la cerrada de la Abadía, atraviesa todo el campo
por un conducto soterrado, hasta salir al exterior por dos caños existentes en
la pared baja de la misma finca, formando la fuente.
Como era la única que existía con agua abundante para
el suministro cotidiano, aunque había pocas casas cercanas para aprovecharse de
esta circunstancia, la mayor parte del vecindario tenía que desplazarse
inevitablemente para recoger el agua necesaria para todos los usos de la
familia: para beber, para usos domésticos y abrevar a las caballerías en el
pilón existente para este uso. Y este hecho a algunas personas les suponía
bastante esfuerzo, ya que tenían que recorrer un buen trecho para la cogida de
agua. Además, la cuesta que la separaba del casco urbano, era una dificultad
añadida cuando había que subirla con los cántaros llenos y cuando en invierno
se encontraba resbaladiza y peligrosa y propicia a las caídas.
A mediados del
siglo XX fue adecentada y reformada, adquiriendo el aspecto con el que la
conocemos en la actualidad. Se arregló la pila de salida, colocándole el arco
de protección que existe ahora y se
construyeron adosados los lavaderos públicos, para evitar a las mujeres los
penosos desplazamientos a la acequia del molino, donde realizaban este
menester.
La fuente de la Plaza
En la década de los años treinta, cuando se construyó la
carretera o camino vecinal, fue preciso canalizar el agua de la balsa cruzando
el pueblo y así poder regar unos huertos. El contratista propuso hacer una
fuente en la Plaza, para lo cual solamente bastaba una pequeña contribución económica
del Ayuntamiento, ya que el resto lo aportaban los dueños de los huertos. Pero finalmente,
tal como había sucedido en multitud de ocasiones, no hubo acuerdo y la fuente
no se realizó en aquel momento.
Hubieron de pasar más de veinte años para que se volviera
a considerar nuevamente el tema de su construcción y el Ayuntamiento decide finalmente
que el agua venga de la Balsa. No obstante unos cuantos vecinos no dan su
conformidad, pues creen que les va a faltar el agua para regar sus huertos, pero
esta vez decide la votación general, que gana por mayoría la decisión propuesta
por el municipio. El Ayuntamiento, que tiene la obligación de procurar satisfacer
a la mayor parte de los vecinos, en el acta que levanta, pone una clausula que dice:
"El agua, en primer lugar, se
utilizará para el riego. Y cuando no fuera preciso regar, y por la noche, para
la fuente".
Y finalmente se construyó esta fuente a la que se le
añadió un pilón para dar de beber también a los animales. Como es natural la
alegría fue inmensa al ver salir por los nuevos caños el codiciado líquido y
los vecinos más próximos a la Plaza se disputaban el privilegio de ser los
primeros en llenar sus botijos. No obstante, algunos descontentos continuaron
usando la fuente vieja alegando que el agua que venían usando desde
siempre, era de mejor sabor y más fresca.
Hoy, como todas las casas disponen de agua corriente,
ambas fuentes han quedado como testimonio de lo que fueron y puntualmente para
proporcionar servicios complementarios a las personas que circulan por su
entorno.
La Balsa
La Media
Torre, La Sierra y La Balsa, creo que son los lugares más emblemáticos del
pueblo. Son las señas de identidad para que todo el contorno nos identifique por
estas características tan representativas de nuestro asentamiento, que incluso algunas
se divisan desde la lejanía.
No sé denominar
con su verdadero nombre, desde el punto de vista geológico, este acuífero,
manantial, balsa o lo que sea. Sólo sé que en el centro es un manantial, del
que llega el agua a la Fuente Nueva de la Plaza y el resto es una balsa natural
para la contención de las aguas, que jamás ha conocido la sequía.
Aparte de
manantial, también recibe como complemento el agua sobrante de Las Fuentelices,
con lo que siempre está llena y si es necesario desagua a la acequia de salida
por el sobradero. De esta forma, habitualmente nunca falta el agua para el uso
más normal que es el de riego para todos los huertos existentes a lo largo de
la acequia.
Otro uso
antiguo que yo recuerdo, era como abrevadero para las caballerías. ¡Qué chico
no habrá disfrutado del placer, de penetrar montado en un macho hasta el centro
para darle de beber! La sensación era extraordinaria, por la perspectiva que te
daba la altura con la que veías todo tu
entorno. A veces la caballería, sin los conocimientos en salubridad que las
personas poseemos, también demostraba su placer dejando unos boñigos flotando
sobre el agua.
Durante el
invierno se helaba la capa superior de agua existente en la zona más alta de la
balsa, próxima a la carretera, con un espesor de hielo de varios centímetros,
que se iba adelgazando a medida que se cercaba al centro, donde desaparecía y
permanecía sin congelarse. Los chicos patinábamos en la zona más próxima a la
orilla y que ya sabíamos que aguantaba nuestro peso. Algún descuidado, o más
arriesgado, que no cumplía estas normas básicas, terminaba hundido en el agua
al romperse la fina capa de hielo por la que circulaba.
Periódicamente
se realizaba una limpieza general, lo cual, por inusitado, constituía una
fiesta para los niños. Se introducían los carros con una caballería, de uno en
uno o a lo sumo dos, por una portera existente a modo de pequeña rampa y los
hombres, con los pantalones remangados hasta las rodillas y mediante palas,
empezaban a cargarlo de “cenago” y piedras existentes en el fondo y de las
berrazas que flotaban en la superficie, hasta dejarla limpia y escoscada para
una buena temporada.
Con la
repoblación artificial de peces que se hizo en un momento determinado,
desapareció una parte del carisma de la balsa. Me refiero a las ranas, que con
sus cantos que se oían desde todos los rincones del pueblo, amenizaban las
noches de verano con el grato sonido de sus cantos. Aunque también había
personas a quienes les molestaban.
Los peces empleados
para la repoblación tan sumamente voraces, creo que son una variedad de carpa
que han acabado con los huevos y renacuajos hasta el punto de hacer desaparecer
totalmente las ranas y las culebras. Y es que la carpa está incluida dentro de
las “100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo”. Lo bueno ahora es
el entretenimiento que proporcionan a los niños cuando van a echarles comida y
ver las peleas que organizan entre ellos mismos, amontonados en grupo entre un
gran alboroto, dándose empujones para llegar el primero a la pitanza.
Y otra parte
de su carisma se perdió cuando se hizo
la remodelación actual, ya que incluso reconociendo la belleza de la nueva
estampa con la que ha quedado, desde el punto de vista ecológico, al quitar los
matorrales que existían en la orilla contraria a la carretera, ha desaparecido
también la vida animal que habitaba entre las zarzas, matojos y hierbas en
general. Incluyo las culebras, distintas variedades de pájaros y pollas de
agua, entre otros, que anidaban entre los zarzales.
El Cañuelo
Esta era
otra fuente carismática por su ubicación privilegiada, próxima al pueblo, entre
huertos y sombreada por olmos, ciruelos y azarollos. Le acompañan olores
abundantes producidos por las plantas de los huertos circundantes y como
decimos en otro lugar al hablar sobre los senderos, es un microclima donde las
primeras violas eclosionaban en primavera en los ribazos próximos.
En principio, cuando yo la conocí, no tenía caño. Solamente existía una
boquera en la losa frontal, por la que cabía justamente la cabeza y agachado
previamente apoyando las rodillas en sendas losas colocadas al efecto, bebías a
morro directamente del remanso del manantial.
Algunas
personas de vez en cuando iban a llenar los botijos a esta fuente, a la hora de
comer, porque decían que les gustaba el agua por su frescura y sabor.
Debido a la
sequía general causada por la falta de lluvia y nieves, incluyendo cierta inactividad de los huertos y acequias
que han dejado de filtrar el agua necesaria al acuífero que la suministraba para
su salida al exterior, esta fuente a dejado de manar. A los que conocimos este
caño en plena actividad, aunque nunca fue muy abundante, nos produce una
sensación de muerte y agotamiento, que a los que ya somos “algo” viejos es de
conmoción por agotamiento y final de etapa.
Otras
fuentes próximas al pueblo
Las
Fuentelices
Aparte de
usarse para el riego, es un lugar poco aprovechado para el ocio, a pesar de que
colocaron una mesa con bancos a ambos lados a modo de merendero, donde poder
depositar las provisiones. Y también se plantaron unos chopos, ya crecidos en
la actualidad, que procuran una buena sombra a los visitantes durante el
verano.
Recomiendo
que para llegar hasta este manantial, se use alguna vez la senda que va por la
orilla de los huertos, paralela al camino, ahora que está pavimentada con
losetas en casi todo su recorrido, por resultar muy atractiva para el paseo.
El Cañizar
Este es un
gran manantial cuya agua fluye al exterior con fuerza, levantando la arenilla
en su salida por varios sitios al mismo tiempo, como si fueran pequeñas bocas
de cráteres en erupción acuosa.
Seguramente
alguien habrá medido su caudal, pero desconozco los litros por segundo que
brotan sin parar, las 24 horas de los 365 días del año, sin haberse secado
jamás. Supongo que la mantiene activa algún acuífero, o varios de ellos,
existentes en las laderas de la Pedriza, procedentes de la Sierra.
Era tanta la
cantidad de agua que transportaba el cauce principal, que de ella se alimentaban
toda una red de acequias que surgían a su paso a lo largo del recorrido desde
su nacimiento. Y con el agua que discurría con fluidez y abundancia por estas acequias
secundarias, siempre mantenidas limpias de malezas, se regaban los campos
sembrados de patatas, remolacha u otros cultivos que necesitasen riego. Además
de a los campos próximos a su nacimiento, abastecía también los de las
Pasaderas, el Batán, los de ambos molinos, la Gramosa… hasta los del Prao, para
desaguar finalmente la sobrante en la desembocadura en la Huerva.
Y todavía
tenía caudal suficiente para llenar tres balsas grandes de agua, dos veces al
día, con el que suministrar la fuerza suficiente a los dos molinos harineros
que se encontraban ubicados en su recorrido. De esto damos cuenta detallada al
hablar del molinero y del pan.
Aún prestaba
otro servicio, ahora ya casi olvidado: el suministro de pesca a los hogares,
principalmente en el primer tramo de su trayecto. Me refiero principalmente a
la abundancia de cangrejos y barbos. Debido a su abundancia, pescarlos a mano
era un verdadero festín, metiéndote en el cauce con el agua hasta las rodillas
e introduciendo la mano directamente en los cados.
Sin despreciar a los barbos, comer
posteriormente aquellos cangrejos autóctonos, raza ahora ya desaparecida, de
tan placentero contemplar al verlos en la sartén o en la fuente una vez fritos
o guisados, con aquel color rojo intenso y tan sabrosos al paladar, era un
homenaje a la gastronomía.
Era
costumbre limpiar por concejo este manantial y la acequia cada cierto tiempo,
para librarla de malezas, carrizos y otros hierbajos, con el fin de que manase
y corriesen sus aguas con mayor autonomía. Para este menester se usaban los
carros y las caballerías para lo cual se introducían los hombres con palas,
horcas y azadas dentro de la fuente e iban cargando los desperdicios en los
carros o en los serones de los animales, para depositarlos en otro lugar de las
inmediaciones.
Circulaba
una leyenda entre los niños, totalmente infundada, en la que se contaba que
“una vez se cayó una carreta con los bueyes “juñidos” a la misma, dentro de la
fuente en el lugar donde mana y las arenas se fueron tragando todo el conjunto
sin poder hacer nada para salvarlos”, como si de unas arenas movedizas se
tratase. ¡Qué miedo!
Aunque ahora
parece que mana poca agua, probablemente la causa es la cantidad de maleza que
tiene ya que se filtra a su paso por los campos vecinos.
La Alberca
Es más
conocida como las balsas del Henar. Este plural hace pensar en que hubo un
tiempo en que no hubo sólo una balsa, sino varias y ahora forman una sola, bien
sea por la mano del hombre o por alguna otra circunstancia.
Tampoco la
hemos conocido seca jamás, ni disminuido su caudal y el abundante chorro de
agua que sale permanentemente, en tiempos pasados era empleada para regar los
campos que existen debajo de ella, a lo largo del camino del Henar hasta la
Huerva. Actualmente quedan unas pocas fincas que todavía la usan para regar
algunos hortales con verduras y patatas, alfa o pipirigallo. El resto se pierde
filtrado por entre los campos e incluso hay un tramo en que se sale al camino,
haciéndolo desaparecer como tal.
La calidad
del agua de esta fuente era muy cuestionada a veces como abrevadero, sobre todo
para las vacas. Oí decir en una ocasión, que según lo que habían comido estos
animales, el beber de esta agua les producía una hinchazón en el vientre, que a
veces era irreparable, produciéndoles incluso la muerte.
Puede ser
que la calidad del agua quede influida por las capas freáticas por las que
discurre y de las que se nutre el manantial. En cierta ocasión me dijo el
propietario de un campo ubicado a la izquierda del camino de Carralanzuela, que
en algunas ocasiones, probablemente después de alguna tormenta, se oye
discurrir el agua por el subsuelo. Esto me hace pensar que probablemente esta
corriente puede terminar alimentando a la Alberca.